martes, 3 de mayo de 2016

MONAGAS ANTONIO JÓSE* La Gerencia Universitaria ante el cambio institucional DICIEMBRE, 2005 • 151-171 MONAGAS ANTONIO JÓSE VISIÓN GERENCIAL 

Introducción 

          El cambio, en esencia, es un concepto que envuelve múltiples variables. Variables que expresan necesidades de tipo político, organizacional, cultural, económico, social, administrativo. Inclusive, de orden personal si acaso en su intención media algún compromiso que responde a intereses inmediatistas o coyunturales. Tal es su incidencia que se ha llegado a asentir que “lo único estable es el cambio” por cuanto ocurre como natural expresión de la dinámica social, económica y política. Por consiguiente, el cambio es inherente al tiempo, al desarrollo de los acontecimientos. Es “la esencia de todo proceso que comprometa al hombre desde cualquier condición, lugar y espacio” (Webber, 1995, p.116) Sin embargo, cuando se intenta comprender el alcance del susodicho concepto, surgen diferencias por cuanto su naturaleza dependerá del contexto en el cual se plantee el referido “cambio”. De manera que no es lo mismo aludir a sus implicaciones en un ámbito dominado por la economía, que en otro regido por las fuerzas de la política. O todavía mejor, si acaso se pensara en detallar lo que es y lo que no es un cambio, considerando para ello cierto número de criterios cualitativos, cuantitativos e ideológicos. 

       Para referir el sentido de cambio, debe comprenderse primeramente que las realidades son complejas. Por esa misma condición, se conjugan toda una serie de racionalidades cuyos efectos terminan produciendo situaciones tan azarosas como inciertas. Justamente, en medio de tan enmarañadas especificidades, muchas veces redundantes en contrariedades, pero también en posibilidades para generar oportunidades, se exponen los cambios que, por la inercia de sus causas, deben inducir nuevas actitudes aunque con la resistencia que genera “avanzar en contrasentido”. Una definición de cambio involucra esas complejidades que se configuran en medio de las distintas realidades. No obstante, podría decirse del cambio: cualquier modificación que tienda a variar las condiciones iniciales de una situación. Por extensión, el cambio en las organizaciones incide, además, en la conducta o cultura organizacional por cuanto sus implicaciones alcanza al personal reunido bajo la orientación institucional establecida (o presumida). Tanta es la importancia del estudio del cambio en las organizaciones, que su análisis compromete al desarrollo organizacional (DO) en cuanto al desarrollo de la eficacia de las organizaciones.

        Es así que, con suma propiedad, se habla “del proceso de preparación para el cambio y para la gestión del cambio en el ámbito de la organización” (Gibson, Ivancevich y Donnely, 2000, p.753). Particularmente, cuando se reconoce que todo cambio no sólo opera en el marco de un proceso específico, sino que además es determinado por fuerzas que no siempre pueden identificarse por cuanto son generadas por factores de compleja incidencia lo cual refleja la significación del cambio en medio de cualquier ambiente por sistematizado o no que resulte ser. Ibídem, pp.760–772) Por analogía, la Universidad, en términos de su funcionalidad como organización, es susceptible de cualquier ordenamiento sugerido ante la necesidad de planificar el cambio. 

       A pesar de ser “(…) fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre” (Del artículo 1º, Ley de Universidades), refleja el deterioro que genera la obsolescencia de mecanismos administrativos y criterios decisionales incapaces de adecuarse a las ingentes exigencias propias de las nuevas realidades sociales, económicas y políticas. Además, su condición de organización fundamentada en el manejo del conocimiento, la convierte en una organización atípica toda vez que sus procesos académicos forman parte de una particular puja por acercarse más a la verdad en términos del tiempo y del espacio en que se arraiga un problema en estudio el cual se halla asediado por múltiples referencias explicativas. (Delgado Barrios, 2004, pp.104–109) Justamente, entre los objetivos inmediatos que persigue esta disertación se encuentra el de interpretar algunas de las consabidas situaciones que VISIÓN GERENCIAL 153 ISSN: 1317-8822 • AÑO 4 • Nº 2 • VOL 4 • JULIO - DICIEMBRE, 2005 • 151-171 • VISIÓN GERENCIAL MONAGAS ANTONIO JÓSE vive la administración universitaria a la luz de la gerencia (pretendida o entendida) por cuanto debe reconocerse que las realidades académicas trascienden, ineludiblemente, por procesos de cambios que desde luego son inherentes no sólo a su condición como organización compleja y sujeta a complicaciones normativas un tanto pesadas, sino también al modo de lidiar con la generación, elaboración y difusión de algo tan exclusivo, en virtud de su delicado manejo directo e indirecto, como es el conocimiento. No obstante, frente a la significación del problema que envuelve la gerencia universitaria ante el cambio institucional translucen distintas posibilidades de análisis de las variables, condiciones y factores que inciden en la situación. 

     Aún cuando la idea manifiestamente aludida en torno a la necesidad de “reestructurar la Universidad y organizar el cambio” (Cuaderno de Bitácora, 2000, p.7), tiene pleno sentido y total aceptación a los efectos de revisar el problema desde dicha perspectiva. Sólo que lidiar con enquistamientos o tratar con incompatibilidades organizacionales en la Universidad, por su misma complejidad organizacional, no es competencia de procesos de reformas inmediatistas o de corto plazo. Acceder la organización con fines de transformación o acicalamiento, comprende una serie de acciones que tocan desde lo sociológico hasta lo económico, pasando por revisiones que inciden sobre lo teórico–conceptual y teórico– metodológico de sus procesos administrativos y gerenciales. Sobre todo, de lo que exhorta la gerencia toda vez que “(…) su conceptualización y praxis contiene la fuerza necesaria para sensibilizar no sólo actitudes, sino también voluntades que pueden girar en torno a las posibilidades de inducir cambios en el orden y lógica que la racionalidad de los procesos académicos determinan en virtud de sus complicaciones y complejidades” (Monagas, 1996, p35). Más, cuando a la gerencia le corresponde “enfrentar la dificultad de acercarse a los problemas de manera diferente. Es decir, con visión de totalidad que la incluya a ella misma en el problema; que le permita ver los extremos a la vez y por lo tanto comprender relaciones” (Nieto Echeverry, 2000, p.12) Significación e implicaciones del Cambio institucional universitario Habrá que reconocer, primeramente, la significación del cambio institucional en virtud de sus posibles acepciones. Más, por tratarse de una definición que se ve magnificada por causa de las polémicas consideraciones, a veces contradictorias, que afectan su sentido y aplicación, su dimensión y dirección. No obstante, a los fines de la presente disertación, podría entenderse el cambio como parte fundamental de un proceso continuo de producción social el cual, en el tiempo y por razones coyunturales o estructurales, unas veces se acentúa más a consecuencia de su propia complejidad y su particular dinámica.

         En el contexto universitario, desde luego, esta situación adquiere mayor relevancia por cuanto en ella convergen intereses espirituales alineados con creaciones intelectuales relacionadas o asociadas con ideas, conceptos, criterios, referencias explicativas, teorías y ensayos de propuestas. Las relaciones de trabajo entre miembros de una comunidad universitaria, generalmente tiende e gravitar alrededor de razones que si bien buscan exaltar la espiritualidad, entendida como condición que favorece la sensibilidad y el idealismo en tanto momentos de una socialización que se da en medio de un singular ambiente cultivado por la intelectualidad dominante, igualmente pueden reflejar posiciones encontradas como consecuencia de enfoques no siempre complementarios y suplementarios. Ello, sumado al problema que significa la planificación, organización, administración, coordinación y evaluación de los distintos procesos académicos, supone enormes dificultades y complicaciones que propenden a desdeñar la inmanencia de la gerencia lo cual anima el hecho de reflexionar sobre tan particular situación. VISIÓN GERENCIAL • ISSN: 1317-8822 • AÑO 4 • Nº 2 • VOL 4 • JULIO - DICIEMBRE, 2005 • 151-171 MONAGAS ANTONIO JÓSE VISIÓN GERENCIAL 154 En casos así, generalmente, “la Gerencia no ve otra alternativa que abandonar todas aquellas tareas de reestructuración y cambios centrados en los procesos humanos y más bien opta por enfrentarlas sólo desde la perspectiva tecnológica donde lo importante son los resultados y no lo intersubjetivo, lo relacional” (Ibídem, p.10)

    Ciertamente, la posibilidad de diseñar verdaderos cambios en la Universidad alineados con la racionalidad de condiciones, un tanto limitantes, impuestas no sólo por la resistencia a cualquier transformación que tienda al reacomodo de posiciones ganadas de la mano del prebendismo y del clientelismo, sino por la estrechez normativa vigente, es inminente. No obstante, la probabilidad de instrumentar esos mismos cambios ajustados a la situación dominante, es indiscutible. Por razones, desde luego, que pudieran justificarse ante la coyuntura político–institucional que hoy vive la Universidad, el país y sus instituciones a consecuencia de la actual dinámica socioeconómica y sociopolítica hemisférica. Habida cuenta que lo que ha venido yaciendo en el fondo de todo ello es “el agotamiento del modelo de desarrollo el cual además arrastra tanto una crisis del tipo de acumulación como una crisis del tipo de dominación vigente” (De la Cruz, 1998, p.15) Sin embargo, en esa onda de transformaciones acicateada por los desafíos incitados por la presencia de un nuevo milenio, las instituciones y organizaciones mayormente comprometidas con el desarrollo y la investigación han dado algunas respuestas ante las realidades por venir. La Universidad, indiscutiblemente, ha respondido obviando sus desmanes y reveses. 

        Desde luego, así tenía que ser. No obstante, “frente a tan críticas exigencias, no pareciera haberse considerado ciertas limitaciones de naturaleza funcional cuyos efectos pueden desvirtuar el carácter axiológico y deontológico que abarca tan complejo proceso” (Shuberoff, 2004, p.166) De hecho, no hay mayores evidencias frente a la necesidad de entender y atender la cultura organizacional como el bastión desde la cual se deparan los valores que afianzan el devenir de una Universidad que deberá centrarse en la misión de sembrar nuevos conocimientos para entonces cosechar el fruto esperado en los predios de una sociedad más creativa, inteligente, solidaria y justa. Precisamente, tan grave omisión o desconocimiento de su importancia propende a concepciones maniqueas de una Universidad que no se corresponde con las fuerzas y esperanzas que se infunden en su base organizacional. De ahí que cualquier razón que pretenda justificar la transformación de áreas operativas al margen de los fundamentos de la cultura organizacional que caracteriza la Universidad, generaría mayores incompatibilidades y disociaciones al propósito manifiesto de “reestructurar la Universidad y organizar el cambio”. A la luz de las circunstancias actuales, puede afirmarse que la universidad venezolana está inmersa no sólo en una crisis de objetivos y de orientaciones, sino también en una crisis de los esquemas de organización y coordinación de sus esfuerzos ante el desarrollo científico, tecnológico y humanístico que pretende acometer. Indiscutiblemente, esta situación acontece en el marco de realidades conmocionadas por la confusión de sus valores éticos, políticos, culturales, sociales y morales por cuyos efectos se exacerba la incapacidad del sistema educativo nacional para lograr sus objetivos. Sobre todo, cuando esos objetivos han sido definidos desde diferentes perspectivas indistintamente del paradigma que ha inspirado sus alcances. 

     Precisamente, buena parte de dichos problemas tienden a exacerbarse en el marco de una Universidad que además de verse atrapada por premisas equivocadas inducidas por una gerencia frustrada frente a las intenciones de lograr políticas, estrategias y procesos de cambio ajustados a las nuevas realidades, se ha quedado rezagada frente a las necesidades que surgen de las nuevas maneras de producir y distribuir conocimientos. Todo, porque “la burocracia del modelo de masas, con estructuras rígidas y con marcada presencia de obtusos VISIÓN GERENCIAL 155 ISSN: 1317-8822 • AÑO 4 • Nº 2 • VOL 4 • JULIO - DICIEMBRE, 2005 • 151-171 • VISIÓN GERENCIAL MONAGAS ANTONIO JÓSE esquemas administrativos, sigue estando presente en momentos en que la complejidad de las instituciones académicas requiere de mayor flexibilidad, interactividad y sinergias en el pensamiento colectivo” (García–Guadilla, 2003, pp.73–76) 

        En términos de este problema determinado por tan aguda incongruencia entre fines y medios, discursos y praxis, la Universidad sigue sumida en el atolladero de su propia obcecación, de su agotada –por fútilmente insistente– agenda de equivocadas prioridades. Más, por el hecho que sigue acusando una cultura política universitaria marcada por un exagerado inmediatismo y un vulgar pragmatismo. Tanto que los problemas del ámbito académico– administrativo, no han podido resarcirse y contrariamente, se han acumulado al extremo que muchas altas decisiones –paradójicamente– permiten que se enquisten, por un cierto efecto de estancamiento progresiva, secuelas y vicios. (Pedreño Muñoz, 2004, p.141) Por lo que significa el esfuerzo académico y el costo (político y económico) de acicatear el propósito de “reestructurar la Universidad y organizar el cambio”, a través del esfuerzo en analizar, calificar, inferir y evaluar situaciones y condiciones, debe considerarse el riesgo que encarna una organización cuyo sistema directivo puede no lucir tan diligente. No precisamente por una escasa o excesiva motivación de quienes fungen como gerentes universitarios, sino por causa de aspectos como: 1) la dificultad que implica procurar un proyecto de gobierno universitario entre actores no siempre comprometidos con la línea de trabajo propuesta o porque desconocen las implicaciones conceptuales y metodológicas de la gerencia académica; 2) por el grado de gobernabilidad del sistema político–académico ante el cual se plantea la posibilidad de instrumentar acciones que definen un proyecto de gestión universitaria que se corresponda con las realidades dominantes; 3) y por las limitaciones normativas que introduce la Ley de Universidades y ciertas reglamentaciones adoptadas en nombre de la autonomía universitaria, algunas de las cuales son expresión del rotundo desconocimiento de la gerencia.

         Específicamente, de la gerencia universitaria toda vez que exhorta la gerencia del conocimiento, la gerencia del cambio. ¿Cómo entender la Gerencia universitaria? Si la Universidad quiere abrirse a los procesos que comprometen la organización del aludido cambio necesario, en principio deberá darse a la inmediata tarea de elevar la capacidad de gobierno de sus dirigentes mediante la apertura de canales funcionales que permitan la democratización de los procesos de elaboración y toma de decisiones universitarias, sin obviar el respeto a la opinión adversativa, y a la necesidad de aceptar la disidencia como forma de distender y resolver problemas que no tienen soluciones consensuales. Porque si bien la educación es un hecho absolutamente político, igualmente lo serán los mecanismos que se utilicen para instrumentar y administrar, planificar y evaluar los procesos de enseñanza–aprendizaje que buscan la formación profesional y ciudadana desde el aula universitaria. Tan ingente tarea de elevar la capacidad de gobierno de quienes administran y conducen la Universidad, lleva inevitablemente a considerar las siguientes necesidades si acaso habrá de persistirse en la idea de “reestructurar la Universidad y organizar el cambio” (Cuaderno de Bitácora, 2000, p.7). 

       Sobre todo, si se atiende y entiende la expresión de Alberto Krygier cuando reconoce que “la gerencia se mueve en un mundo de aguas turbulentas donde no puede esperarse estabilidad” (Aut. cit. 1992, p.2–2). De esta manera, se hace notar la incidencia de nuevos conceptos que, al soterrarse en medio de las estructuras teórico– conceptuales y teórico–metodológicas asociadas con la gerencia, inciden en la VISIÓN GERENCIAL • ISSN: 1317-8822 • AÑO 4 • Nº 2 • VOL 4 • JULIO - DICIEMBRE, 2005 • 151-171 MONAGAS ANTONIO JÓSE VISIÓN GERENCIAL 156 concepción que el mismo entorno se plantea de los fenómenos sociales y organizacionales a los cuales, por contenerlos, es capaz de motivar e inducir desde su análisis y su visión pragmática de los hechos. (Zambrano, 2001, p.106) Así, resulta inminente pensar en la necesidad de proceder, básicamente, a: -Reformar a los reformadores que instan los cambios institucionales universitarios, aunque eso sólo puedan hacerlos ellos mismos al concienciar sus debilidades. Sin embargo, ello podría alcanzarse entendiendo la importancia de las ciencias de gobierno como recursos para gerenciar la complejidad universitaria; y creando espacios a nuevas generaciones ganadas a los procesos de cambio. -Estimular una cultura universitaria con base en acciones concretas a través de mecanismos subliminales que destaquen la fuerza académica de cada Facultad, de cada proyecto, de cada programa académico mediante el fomento de prácticas sociales colectivas menos formales. Para ello, sería indispensable acudir a mecanismos de motivación al logro mediante la organización de encuentros universitarios dirigidos a afianzar el compañerismo y la amistad. 

      Todo ello, para dignificar el sentido de sentirse universitario y afianzar el desarrollo de la Universidad a partir de la voluntad de cada uno de sus miembros con lo cual la gerencia pudiera encauzar debidamente sus propósitos. Pero al mismo tiempo de exaltar la necesidad de la institución universitaria a concienciar el necesario proceso de cambio, compromete igualmente a considerarlos desde la óptica de la gerencia, en su sentido más lato. Indiscutiblemente, la gerencia, ante cualquier problema, busca indagar las realidades dentro de las cuales estos surgen y se reproducen. Sólo que muchas veces se confunden las apreciaciones y concepciones que se tienen de la situación–problema en cuestión toda vez que quienes conducen la Universidad, no saben dónde, cómo y cuándo actuar. Si con base en una organización que haya concienciado su función de estar orientada hacia el aprendizaje (organización inteligente) o en una organización que sólo supone brindar enseñanza a desdén de la posibilidad de aprender. Según Peter Senge, situaciones de esta índole pueden explicarse en virtud de la dificultad que tiene la organización para aprender de la experiencia. Es cuando se pregunta, “¿qué sucede si las organizaciones de mayor éxito tienen poca capacidad de aprendizaje y sobreviven pero jamás desarrollan su potencial?” (Aut. cit. 1993, p.28).

         No obstante, el mismo autor señala que “no es accidental que la mayoría de las organizaciones aprendan mal. El modo en que están diseñadas, el modo en que definen las tareas de la gente y, sobre todo, el modo en que nos han enseñado a pensar e interactuar crean problemas fundamentales de aprendizaje” (Ibídem, p.29). Pudiera ser o no casualidad, pero no es menos cierto que las universidades, como organizaciones, un tanto han obviado lo que significa “aprender de la experiencia” lo cual le ha generado importantes problemas que se resumen en la precariedad de la “gerencia” practicada o pretendida. El hecho que representó incitar una nueva o distinta funcionalidad organizacional a partir del esquema reivindicado en Córdoba, en 1918, cuando se intentó transformar la Universidad latinoamericana en “(…) un ideal de cultura para velar por el progreso de la sociedad y de su salud moral” (Mayz Vallenilla, 1998, p.50), no fue suficiente por cuanto la denominada Reforma de Córdoba, así como la Reforma Universitaria que se vivió en Venezuela, en 1969, y que condujo a la modificación de la Ley de Universidades que fuera sancionada en Diciembre de 1958, no tuvo entre sus propósitos inmediatos y directos procurar la planificación, administración, coordinación y organización de la Universidad a partir de postulados teórico–conceptuales y teórico–metodológicos asociados con la gerencia de una institución cuyo fundamento epistemológico la convierte en “(…) el centro más neurálgico de los debates de las diferentes concepciones ideológicas” (Mendoza Angulo, 2005, pp.72–84) como en efecto es la Universidad en un sentido bastante riguroso. VISIÓN GERENCIAL 157 ISSN: 1317-8822 • AÑO 4 • Nº 2 • VOL 4 • JULIO - DICIEMBRE, 2005 • 151-171 • VISIÓN GERENCIAL MONAGAS ANTONIO JÓSE Quizás, no tanto por lo que para entonces representaba la ausencia de una debida preocupación por la necesidad de considerar a la gerencia como un recurso conceptual y metodológico del difícil ejercicio de gobernar procesos institucionales tan complejos como el que refiere la creación y difusión de conocimientos desde el contexto académico–universitario. 

       Aunque también porque la Universidad se consolidó desprendida de prácticas profesionales y laborales que la hacían reflejarse en el espejo del aprendizaje lo cual, según algunos, puede entenderse como una reacción traumática inducida por el hecho de abrogarse excepcionalmente el trascendental acto de la enseñanza superior a través del difícil proceso de búsqueda de la verdad. Ello aunado, por supuesto, a las dificultades que equivocadamente se alentaron en el demos universitario representado por la reivindicada autonomía universitaria cuya insuficiente comprensión devino en procesos de gobierno mal entendidos toda vez que su natural politización degeneró principios éticos y político– institucionales fundamentales que, “desde 1958 en Venezuela, 1918 en Argentina, 1919 en Perú, 1920 en Chile, 1922 en Colombia, 1927 en Paraguay, 1931 en México” (Mayz Vallenilla, 1998, p.46), desdeñaron en buena medida la posibilidad de darle a la Universidad el sentido y la posibilidad de procurar una verdadera gerencia universitaria. Salvo singulares excepciones como Colombia, México y Chile, particularmente, países éstos en donde se hicieron importantes esfuerzos por entender y atender la significación de una gerencia académica.

      Ha sido ciertamente un poco lo que de alguna manera sucede o ha sucedido cuando las universidades, por la rutina y por la presión sostenida pero indebidamente canalizada por parte del perfeccionamiento de las tradiciones y del exacerbado llamado de las ciencias, las humanidades y la tecnología, se alejan de su verdadera misión entrando en una grave crisis que repercute en toda su extensión y especialmente, en aquella inherente a los procesos de dirección que se gestan ante los cambios pretendidos. (Palacios Prü, 1997, p.4) De todos modos pudiera decirse que, aun cuando se ha pretendido superar las barreras que este problema ha encubierto con los años, resultaría mezquino negar que ha habido un esfuerzo, aunque precario, en inducir un efecto de concienciación sobre el significado de “gerencia universitaria” en quienes han venido atreviéndose a declarar sus capacidades para dirigir la Universidad desde sus distintas plataformas de gobierno.