viernes, 4 de noviembre de 2016
martes, 3 de mayo de 2016
MONAGAS ANTONIO JÓSE*
La Gerencia Universitaria
ante el cambio institucional DICIEMBRE, 2005 • 151-171
MONAGAS ANTONIO JÓSE
VISIÓN GERENCIAL
Introducción
El cambio, en esencia, es un concepto que
envuelve múltiples variables. Variables que expresan
necesidades de tipo político, organizacional, cultural,
económico, social, administrativo. Inclusive, de orden
personal si acaso en su intención media algún
compromiso que responde a intereses inmediatistas
o coyunturales. Tal es su incidencia que se ha llegado
a asentir que “lo único estable es el cambio” por
cuanto ocurre como natural expresión de la dinámica
social, económica y política. Por consiguiente, el
cambio es inherente al tiempo, al desarrollo de los
acontecimientos. Es “la esencia de todo proceso que
comprometa al hombre desde cualquier condición,
lugar y espacio” (Webber, 1995, p.116)
Sin embargo, cuando se intenta comprender el
alcance del susodicho concepto, surgen diferencias
por cuanto su naturaleza dependerá del contexto en
el cual se plantee el referido “cambio”. De manera
que no es lo mismo aludir a sus implicaciones en un
ámbito dominado por la economía, que en otro regido
por las fuerzas de la política. O todavía mejor, si
acaso se pensara en detallar lo que es y lo que no
es un cambio, considerando para ello cierto número
de criterios cualitativos, cuantitativos e ideológicos.
Para referir el sentido de cambio, debe
comprenderse primeramente que las realidades son
complejas. Por esa misma condición, se conjugan
toda una serie de racionalidades cuyos efectos
terminan produciendo situaciones tan azarosas como
inciertas. Justamente, en medio de tan enmarañadas
especificidades, muchas veces redundantes en
contrariedades, pero también en posibilidades para
generar oportunidades, se exponen los cambios que,
por la inercia de sus causas, deben inducir nuevas
actitudes aunque con la resistencia que genera
“avanzar en contrasentido”.
Una definición de cambio involucra esas
complejidades que se configuran en medio de las
distintas realidades. No obstante, podría decirse del
cambio: cualquier modificación que tienda a variar
las condiciones iniciales de una situación. Por
extensión, el cambio en las organizaciones incide,
además, en la conducta o cultura organizacional por
cuanto sus implicaciones alcanza al personal reunido
bajo la orientación institucional establecida (o
presumida). Tanta es la importancia del estudio del
cambio en las organizaciones, que su análisis
compromete al desarrollo organizacional (DO) en
cuanto al desarrollo de la eficacia de las
organizaciones.
Es así que, con suma propiedad, se
habla “del proceso de preparación para el cambio y
para la gestión del cambio en el ámbito de la
organización” (Gibson, Ivancevich y Donnely, 2000,
p.753). Particularmente, cuando se reconoce que
todo cambio no sólo opera en el marco de un proceso
específico, sino que además es determinado por
fuerzas que no siempre pueden identificarse por
cuanto son generadas por factores de compleja
incidencia lo cual refleja la significación del cambio
en medio de cualquier ambiente por sistematizado o
no que resulte ser. Ibídem, pp.760–772)
Por analogía, la Universidad, en términos de
su funcionalidad como organización, es susceptible
de cualquier ordenamiento sugerido ante la
necesidad de planificar el cambio.
A pesar de ser
“(…) fundamentalmente una comunidad de intereses
espirituales que reúne a profesores y estudiantes
en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores
trascendentales del hombre” (Del artículo 1º, Ley
de Universidades), refleja el deterioro que genera
la obsolescencia de mecanismos administrativos y
criterios decisionales incapaces de adecuarse a las
ingentes exigencias propias de las nuevas realidades
sociales, económicas y políticas. Además, su
condición de organización fundamentada en el
manejo del conocimiento, la convierte en una
organización atípica toda vez que sus procesos
académicos forman parte de una particular puja por
acercarse más a la verdad en términos del tiempo y
del espacio en que se arraiga un problema en estudio
el cual se halla asediado por múltiples referencias
explicativas. (Delgado Barrios, 2004, pp.104–109)
Justamente, entre los objetivos inmediatos que
persigue esta disertación se encuentra el de
interpretar algunas de las consabidas situaciones que
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vive la administración universitaria a la luz de la
gerencia (pretendida o entendida) por cuanto debe
reconocerse que las realidades académicas
trascienden, ineludiblemente, por procesos de
cambios que desde luego son inherentes no sólo a
su condición como organización compleja y sujeta a
complicaciones normativas un tanto pesadas, sino
también al modo de lidiar con la generación,
elaboración y difusión de algo tan exclusivo, en virtud
de su delicado manejo directo e indirecto, como es
el conocimiento.
No obstante, frente a la significación del
problema que envuelve la gerencia universitaria ante
el cambio institucional translucen distintas
posibilidades de análisis de las variables, condiciones
y factores que inciden en la situación.
Aún cuando
la idea manifiestamente aludida en torno a la
necesidad de “reestructurar la Universidad y
organizar el cambio” (Cuaderno de Bitácora, 2000,
p.7), tiene pleno sentido y total aceptación a los
efectos de revisar el problema desde dicha
perspectiva. Sólo que lidiar con enquistamientos o
tratar con incompatibilidades organizacionales en la
Universidad, por su misma complejidad
organizacional, no es competencia de procesos de
reformas inmediatistas o de corto plazo.
Acceder la organización con fines de
transformación o acicalamiento, comprende una
serie de acciones que tocan desde lo sociológico
hasta lo económico, pasando por revisiones que
inciden sobre lo teórico–conceptual y teórico–
metodológico de sus procesos administrativos y
gerenciales. Sobre todo, de lo que exhorta la
gerencia toda vez que “(…) su conceptualización y
praxis contiene la fuerza necesaria para sensibilizar
no sólo actitudes, sino también voluntades que
pueden girar en torno a las posibilidades de inducir
cambios en el orden y lógica que la racionalidad de
los procesos académicos determinan en virtud de
sus complicaciones y complejidades” (Monagas,
1996, p35). Más, cuando a la gerencia le corresponde
“enfrentar la dificultad de acercarse a los problemas
de manera diferente. Es decir, con visión de totalidad
que la incluya a ella misma en el problema; que le
permita ver los extremos a la vez y por lo tanto
comprender relaciones” (Nieto Echeverry, 2000,
p.12)
Significación e implicaciones
del Cambio institucional
universitario
Habrá que reconocer, primeramente, la
significación del cambio institucional en virtud de
sus posibles acepciones. Más, por tratarse de una
definición que se ve magnificada por causa de las
polémicas consideraciones, a veces contradictorias,
que afectan su sentido y aplicación, su dimensión y
dirección. No obstante, a los fines de la presente
disertación, podría entenderse el cambio como parte
fundamental de un proceso continuo de producción
social el cual, en el tiempo y por razones coyunturales
o estructurales, unas veces se acentúa más a
consecuencia de su propia complejidad y su
particular dinámica.
En el contexto universitario, desde luego, esta
situación adquiere mayor relevancia por cuanto en
ella convergen intereses espirituales alineados con
creaciones intelectuales relacionadas o asociadas
con ideas, conceptos, criterios, referencias
explicativas, teorías y ensayos de propuestas. Las
relaciones de trabajo entre miembros de una
comunidad universitaria, generalmente tiende e
gravitar alrededor de razones que si bien buscan
exaltar la espiritualidad, entendida como condición
que favorece la sensibilidad y el idealismo en tanto
momentos de una socialización que se da en medio
de un singular ambiente cultivado por la
intelectualidad dominante, igualmente pueden
reflejar posiciones encontradas como consecuencia
de enfoques no siempre complementarios y
suplementarios. Ello, sumado al problema que
significa la planificación, organización,
administración, coordinación y evaluación de los
distintos procesos académicos, supone enormes
dificultades y complicaciones que propenden a
desdeñar la inmanencia de la gerencia lo cual anima
el hecho de reflexionar sobre tan particular situación.
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En casos así, generalmente, “la Gerencia no
ve otra alternativa que abandonar todas aquellas
tareas de reestructuración y cambios centrados en
los procesos humanos y más bien opta por
enfrentarlas sólo desde la perspectiva tecnológica
donde lo importante son los resultados y no lo
intersubjetivo, lo relacional” (Ibídem, p.10)
Ciertamente, la posibilidad de diseñar
verdaderos cambios en la Universidad alineados con
la racionalidad de condiciones, un tanto limitantes,
impuestas no sólo por la resistencia a cualquier
transformación que tienda al reacomodo de
posiciones ganadas de la mano del prebendismo y
del clientelismo, sino por la estrechez normativa
vigente, es inminente. No obstante, la probabilidad
de instrumentar esos mismos cambios ajustados a
la situación dominante, es indiscutible. Por razones,
desde luego, que pudieran justificarse ante la
coyuntura político–institucional que hoy vive la
Universidad, el país y sus instituciones a
consecuencia de la actual dinámica socioeconómica
y sociopolítica hemisférica. Habida cuenta que lo
que ha venido yaciendo en el fondo de todo ello es
“el agotamiento del modelo de desarrollo el cual
además arrastra tanto una crisis del tipo de
acumulación como una crisis del tipo de dominación
vigente” (De la Cruz, 1998, p.15)
Sin embargo, en esa onda de transformaciones
acicateada por los desafíos incitados por la presencia
de un nuevo milenio, las instituciones y
organizaciones mayormente comprometidas con el
desarrollo y la investigación han dado algunas
respuestas ante las realidades por venir. La
Universidad, indiscutiblemente, ha respondido
obviando sus desmanes y reveses.
Desde luego, así
tenía que ser. No obstante, “frente a tan críticas
exigencias, no pareciera haberse considerado ciertas
limitaciones de naturaleza funcional cuyos efectos
pueden desvirtuar el carácter axiológico y
deontológico que abarca tan complejo proceso”
(Shuberoff, 2004, p.166)
De hecho, no hay mayores evidencias frente
a la necesidad de entender y atender la cultura
organizacional como el bastión desde la cual se
deparan los valores que afianzan el devenir de una
Universidad que deberá centrarse en la misión de
sembrar nuevos conocimientos para entonces
cosechar el fruto esperado en los predios de una
sociedad más creativa, inteligente, solidaria y justa.
Precisamente, tan grave omisión o desconocimiento
de su importancia propende a concepciones
maniqueas de una Universidad que no se
corresponde con las fuerzas y esperanzas que se
infunden en su base organizacional. De ahí que
cualquier razón que pretenda justificar la
transformación de áreas operativas al margen de
los fundamentos de la cultura organizacional que
caracteriza la Universidad, generaría mayores
incompatibilidades y disociaciones al propósito
manifiesto de “reestructurar la Universidad y
organizar el cambio”.
A la luz de las circunstancias actuales, puede
afirmarse que la universidad venezolana está inmersa
no sólo en una crisis de objetivos y de orientaciones,
sino también en una crisis de los esquemas de
organización y coordinación de sus esfuerzos ante
el desarrollo científico, tecnológico y humanístico
que pretende acometer. Indiscutiblemente, esta
situación acontece en el marco de realidades
conmocionadas por la confusión de sus valores
éticos, políticos, culturales, sociales y morales por
cuyos efectos se exacerba la incapacidad del sistema
educativo nacional para lograr sus objetivos. Sobre
todo, cuando esos objetivos han sido definidos desde
diferentes perspectivas indistintamente del
paradigma que ha inspirado sus alcances.
Precisamente, buena parte de dichos problemas
tienden a exacerbarse en el marco de una
Universidad que además de verse atrapada por
premisas equivocadas inducidas por una gerencia
frustrada frente a las intenciones de lograr políticas,
estrategias y procesos de cambio ajustados a las
nuevas realidades, se ha quedado rezagada frente
a las necesidades que surgen de las nuevas maneras
de producir y distribuir conocimientos. Todo, porque
“la burocracia del modelo de masas, con estructuras
rígidas y con marcada presencia de obtusos
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esquemas administrativos, sigue estando presente
en momentos en que la complejidad de las
instituciones académicas requiere de mayor
flexibilidad, interactividad y sinergias en el
pensamiento colectivo” (García–Guadilla, 2003,
pp.73–76)
En términos de este problema determinado por
tan aguda incongruencia entre fines y medios,
discursos y praxis, la Universidad sigue sumida en
el atolladero de su propia obcecación, de su agotada
–por fútilmente insistente– agenda de equivocadas
prioridades. Más, por el hecho que sigue acusando
una cultura política universitaria marcada por un
exagerado inmediatismo y un vulgar pragmatismo.
Tanto que los problemas del ámbito académico–
administrativo, no han podido resarcirse y
contrariamente, se han acumulado al extremo que
muchas altas decisiones –paradójicamente–
permiten que se enquisten, por un cierto efecto de
estancamiento progresiva, secuelas y vicios.
(Pedreño Muñoz, 2004, p.141)
Por lo que significa el esfuerzo académico y el
costo (político y económico) de acicatear el propósito
de “reestructurar la Universidad y organizar el
cambio”, a través del esfuerzo en analizar, calificar,
inferir y evaluar situaciones y condiciones, debe
considerarse el riesgo que encarna una organización
cuyo sistema directivo puede no lucir tan diligente.
No precisamente por una escasa o excesiva
motivación de quienes fungen como gerentes
universitarios, sino por causa de aspectos como:
1) la dificultad que implica procurar un proyecto de
gobierno universitario entre actores no siempre
comprometidos con la línea de trabajo
propuesta o porque desconocen las
implicaciones conceptuales y metodológicas de
la gerencia académica;
2) por el grado de gobernabilidad del sistema
político–académico ante el cual se plantea la
posibilidad de instrumentar acciones que
definen un proyecto de gestión universitaria
que se corresponda con las realidades
dominantes;
3) y por las limitaciones normativas que introduce
la Ley de Universidades y ciertas
reglamentaciones adoptadas en nombre de la
autonomía universitaria, algunas de las cuales
son expresión del rotundo desconocimiento de
la gerencia.
Específicamente, de la gerencia
universitaria toda vez que exhorta la gerencia
del conocimiento, la gerencia del cambio.
¿Cómo entender la Gerencia
universitaria?
Si la Universidad quiere abrirse a los procesos
que comprometen la organización del aludido cambio
necesario, en principio deberá darse a la inmediata
tarea de elevar la capacidad de gobierno de sus
dirigentes mediante la apertura de canales
funcionales que permitan la democratización de los
procesos de elaboración y toma de decisiones
universitarias, sin obviar el respeto a la opinión
adversativa, y a la necesidad de aceptar la disidencia
como forma de distender y resolver problemas que
no tienen soluciones consensuales. Porque si bien
la educación es un hecho absolutamente político,
igualmente lo serán los mecanismos que se utilicen
para instrumentar y administrar, planificar y evaluar
los procesos de enseñanza–aprendizaje que buscan
la formación profesional y ciudadana desde el aula
universitaria.
Tan ingente tarea de elevar la capacidad de gobierno
de quienes administran y conducen la
Universidad, lleva inevitablemente a considerar
las siguientes necesidades si acaso habrá de
persistirse en la idea de “reestructurar la
Universidad y organizar el cambio” (Cuaderno
de Bitácora, 2000, p.7).
Sobre todo, si se
atiende y entiende la expresión de Alberto
Krygier cuando reconoce que “la gerencia se
mueve en un mundo de aguas turbulentas donde
no puede esperarse estabilidad” (Aut. cit. 1992,
p.2–2). De esta manera, se hace notar la
incidencia de nuevos conceptos que, al
soterrarse en medio de las estructuras teórico–
conceptuales y teórico–metodológicas
asociadas con la gerencia, inciden en la
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concepción que el mismo entorno se plantea
de los fenómenos sociales y organizacionales
a los cuales, por contenerlos, es capaz de
motivar e inducir desde su análisis y su visión
pragmática de los hechos. (Zambrano, 2001,
p.106) Así, resulta inminente pensar en la
necesidad de proceder, básicamente, a:
-Reformar a los reformadores que instan los cambios
institucionales universitarios, aunque eso sólo
puedan hacerlos ellos mismos al concienciar
sus debilidades. Sin embargo, ello podría
alcanzarse entendiendo la importancia de las
ciencias de gobierno como recursos para
gerenciar la complejidad universitaria; y
creando espacios a nuevas generaciones
ganadas a los procesos de cambio.
-Estimular una cultura universitaria con base en
acciones concretas a través de mecanismos
subliminales que destaquen la fuerza
académica de cada Facultad, de cada
proyecto, de cada programa académico
mediante el fomento de prácticas sociales
colectivas menos formales. Para ello, sería
indispensable acudir a mecanismos de
motivación al logro mediante la organización
de encuentros universitarios dirigidos a afianzar
el compañerismo y la amistad.
Todo ello, para
dignificar el sentido de sentirse universitario y
afianzar el desarrollo de la Universidad a partir
de la voluntad de cada uno de sus miembros
con lo cual la gerencia pudiera encauzar
debidamente sus propósitos.
Pero al mismo tiempo de exaltar la necesidad
de la institución universitaria a concienciar el
necesario proceso de cambio, compromete
igualmente a considerarlos desde la óptica de la
gerencia, en su sentido más lato. Indiscutiblemente,
la gerencia, ante cualquier problema, busca indagar
las realidades dentro de las cuales estos surgen y
se reproducen. Sólo que muchas veces se confunden
las apreciaciones y concepciones que se tienen de
la situación–problema en cuestión toda vez que
quienes conducen la Universidad, no saben dónde,
cómo y cuándo actuar. Si con base en una
organización que haya concienciado su función de
estar orientada hacia el aprendizaje (organización
inteligente) o en una organización que sólo supone
brindar enseñanza a desdén de la posibilidad de
aprender.
Según Peter Senge, situaciones de esta índole
pueden explicarse en virtud de la dificultad que tiene
la organización para aprender de la experiencia. Es
cuando se pregunta, “¿qué sucede si las
organizaciones de mayor éxito tienen poca capacidad
de aprendizaje y sobreviven pero jamás desarrollan
su potencial?” (Aut. cit. 1993, p.28).
No obstante, el
mismo autor señala que “no es accidental que la
mayoría de las organizaciones aprendan mal. El modo
en que están diseñadas, el modo en que definen las
tareas de la gente y, sobre todo, el modo en que nos
han enseñado a pensar e interactuar crean problemas
fundamentales de aprendizaje” (Ibídem, p.29).
Pudiera ser o no casualidad, pero no es menos
cierto que las universidades, como organizaciones,
un tanto han obviado lo que significa “aprender de
la experiencia” lo cual le ha generado importantes
problemas que se resumen en la precariedad de la
“gerencia” practicada o pretendida. El hecho que
representó incitar una nueva o distinta funcionalidad
organizacional a partir del esquema reivindicado en
Córdoba, en 1918, cuando se intentó transformar la
Universidad latinoamericana en “(…) un ideal de
cultura para velar por el progreso de la sociedad y
de su salud moral” (Mayz Vallenilla, 1998, p.50), no
fue suficiente por cuanto la denominada Reforma
de Córdoba, así como la Reforma Universitaria que
se vivió en Venezuela, en 1969, y que condujo a la
modificación de la Ley de Universidades que fuera
sancionada en Diciembre de 1958, no tuvo entre
sus propósitos inmediatos y directos procurar la
planificación, administración, coordinación y
organización de la Universidad a partir de postulados
teórico–conceptuales y teórico–metodológicos
asociados con la gerencia de una institución cuyo
fundamento epistemológico la convierte en “(…) el
centro más neurálgico de los debates de las
diferentes concepciones ideológicas” (Mendoza
Angulo, 2005, pp.72–84) como en efecto es la
Universidad en un sentido bastante riguroso.
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Quizás, no tanto por lo que para entonces
representaba la ausencia de una debida
preocupación por la necesidad de considerar a la
gerencia como un recurso conceptual y metodológico
del difícil ejercicio de gobernar procesos
institucionales tan complejos como el que refiere la
creación y difusión de conocimientos desde el
contexto académico–universitario.
Aunque también
porque la Universidad se consolidó desprendida de
prácticas profesionales y laborales que la hacían
reflejarse en el espejo del aprendizaje lo cual, según
algunos, puede entenderse como una reacción
traumática inducida por el hecho de abrogarse
excepcionalmente el trascendental acto de la
enseñanza superior a través del difícil proceso de
búsqueda de la verdad. Ello aunado, por supuesto, a
las dificultades que equivocadamente se alentaron
en el demos universitario representado por la
reivindicada autonomía universitaria cuya
insuficiente comprensión devino en procesos de
gobierno mal entendidos toda vez que su natural
politización degeneró principios éticos y político–
institucionales fundamentales que, “desde 1958 en
Venezuela, 1918 en Argentina, 1919 en Perú, 1920
en Chile, 1922 en Colombia, 1927 en Paraguay, 1931
en México” (Mayz Vallenilla, 1998, p.46),
desdeñaron en buena medida la posibilidad de darle
a la Universidad el sentido y la posibilidad de
procurar una verdadera gerencia universitaria. Salvo
singulares excepciones como Colombia, México y
Chile, particularmente, países éstos en donde se
hicieron importantes esfuerzos por entender y
atender la significación de una gerencia académica.
Ha sido ciertamente un poco lo que de alguna
manera sucede o ha sucedido cuando las
universidades, por la rutina y por la presión sostenida
pero indebidamente canalizada por parte del
perfeccionamiento de las tradiciones y del
exacerbado llamado de las ciencias, las humanidades
y la tecnología, se alejan de su verdadera misión
entrando en una grave crisis que repercute en toda
su extensión y especialmente, en aquella inherente
a los procesos de dirección que se gestan ante los
cambios pretendidos. (Palacios Prü, 1997, p.4)
De todos modos pudiera decirse que, aun
cuando se ha pretendido superar las barreras que
este problema ha encubierto con los años, resultaría
mezquino negar que ha habido un esfuerzo, aunque
precario, en inducir un efecto de concienciación
sobre el significado de “gerencia universitaria” en
quienes han venido atreviéndose a declarar sus
capacidades para dirigir la Universidad desde sus
distintas plataformas de gobierno.
viernes, 29 de enero de 2016
Validez y confiabilidad en la metodología cualitativa
Miguel Martínez Miguélez
Universidad Simón Bolívar
Resumen
Este
artículo trata de clarificar la frecuente confusión que tienen muchos
investigadores al utilizar los criterios relacionados con la validez y
la confiabilidad en una investigación, ya sea de orientación
cuantitativa tradicional o cualitativa. Se hace énfasis en el enfoque
epistemológico de cada una como base de todo, en sus características
propias y, principalmente, se resalta el proceso eminentemente crítico
que acompaña a la metodología cualitativa en todas sus fases: procesos
de acopio de la información, de categorización, de estructuración, de
contrastación y de teorización, y, de una manera especial, en los
criterios de evaluación de los resultados o estructuras teóricas como
objetivo final de la investigación.
Introducción
En
los medios académicos actuales, que cada vez más están usando métodos y
técnicas de orientación cualitativa para sus diferentes tipos de
investigación, se ha ido presentando reiteradamente una dificultad
relacionada con la validez y confiabilidad de sus resultados.
En
general, los conceptos de validez y confiabilidad que residen en la
mente de una gran mayoría de investigadores, siguen siendo los
utilizados en la orientación epistemológica positivista tradicional, ya
más que superada en la segunda mitad del siglo XX. De aquí nace un
conflicto, pues la metodología cualitativa adopta, como base y postulado
fundamental de su teoría del conocimiento y de la ciencia, el paradigma epistémico postpositivista.
El
paradigma postpositivista se ha instalado en el campo académico después
de muchos estudios en simposios internacionales sobre la filosofía de
la ciencia (ver Suppe, 1977, 1979) en los que se levantó el acta de defunción
de la concepción heredada (el positivismo lógico) la cual, a partir de
ese momento, quedó abandonada por casi todos los epistemólogos"
(Echeverría, 1989, p. 25), debido, como señala Popper (1977, p. 118), a
sus dificultades intrínsecas insuperables.
Evidentemente,
no es suficiente que en este alto nivel científico se llegue a esas
conclusiones para que de inmediato se adopten en la práctica por la
mayoría de los investigadores, como tampoco se adoptaron las ideas
heliocentristas de Copérnico y Galileo en forma completa sino hasta
después de un siglo por ilustres astrónomos de las universidades de
Bolonia, Padua y Pisa. Según Galileo (1968) eso requería cambiar la
cabeza a la gente, lo cual sólo Dios podía realizar (p. 119).
La epistemología postpositivista hace ver que no existe, en el proceso cognoscitivo de nuestra mente, una relación directa entre la imagen empírica visual, auditiva, olfativa, etc. y la realidad externa a que se refieren, sino que siempre
está mediada e interpretada por el horizonte personal e individual del
investigador: sus valores, intereses, creencias, sentimientos, etc., y,
por esta misma razón, los conceptos tradicionales positivistas de validez (como relación fisiológica mente-cosa) y de confiabilidad (como repetición de un mismo proceso mental) deben ser revisados y redefinidos.
1. Base epistemológica para una redefinición de la Validez y la Confiabilidad
1.1 Ontología sistémica
Cuando una entidad es una composición o agregado de elementos
(diversidad de partes no relacionadas), puede ser, en general,
estudiada y medida adecuadamente bajo la guía de los parámetros de la
ciencia cuantitativa tradicional, en la que la matemática y las
técnicas probabilitarias juegan el papel principal; cuando, en cambio,
una realidad no es una yuxtaposición de elementos, sino que sus "partes
constituyentes" forman una totalidad organizada con fuerte interacción entre sí, es decir, constituyen un sistema,
su estudio y comprensión requiere la captación de esa estructura
dinámica interna que la caracteriza y, para ello, requiere una
metodología estructural-sistémica. Ya Bertalanffy había señalado
que "la teoría general de sistemas –como la concibió él originariamente y
no como la han divulgado muchos autores que él critica y desautoriza
(1981, p. 49)– estaba destinada a jugar un papel análogo al que jugó la
lógica aristotélica en la ciencia de la antigüedad" (Thuillier, 1975, p.
86).
Hay dos clases básicas de sistemas: los lineales y los no-lineales. Los sistemas lineales
no presentan "sorpresas", ya que fundamentalmente son "agregados", por
la poca interacción entre las partes: se pueden descomponer en sus
elementos y recomponer de nuevo, un pequeño cambio en una interacción
produce un pequeño cambio en la solución, el determinismo está siempre
presente y, reduciendo las interacciones a valores muy pequeños, puede
considerarse que el sistema está compuesto de partes independientes o
dependientes linealmente. El mundo de los sistemas no-lineales,
en cambio, es totalmente diferente: puede ser impredecible, violento y
dramático, un pequeño cambio en un parámetro puede hacer variar la
solución poco a poco y, de golpe, variar a un tipo totalmente nuevo de
solución, como cuando, en la física cuántica, se dan los "saltos
cuánticos", que son un suceso absolutamente impredecible que no está
controlado por las leyes causales, sino solamente por las leyes de la
probabilidad.
Estos
sistemas no-lineales deben ser captados desde adentro y su situación
debe evaluarse paralelamente con su desarrollo. Prigogine afirma (1986)
que el mundo no-lineal contiene mucho de lo que es importante en la naturaleza: el mundo de las estructuras disipativas.
hora bien, nuestro universo está constituido básicamente por sistemas no-lineales en todos sus niveles: físico, químico, biológico, psicológico y sociocultural.Si observamos nuestro entorno vemos que estamos inmersos en un mundo de sistemas. Al considerar un árbol, un libro, un área urbana, cualquier aparato, una comunidad social, nuestro lenguaje, un animal, el firmamento, en todos ellos encontramos un rasgo común: se trata de entidades complejas, formadas por partes en interacción mutua, cuya identidad resulta de una adecuada armonía entre sus constituyentes, y dotadas de una sustantividad propia que transciende a la de esas partes; se trata, en suma, de lo que, de una manera genérica, denominamos sistemas (Aracil, 1986, p. 13). De aquí, que von Bertalanffy (1981) sostenga que desde el átomo hasta la galaxia vivimos en un mundo de sistemas (p. 47).
Según
Capra (1992), la teoría cuántica demuestra que todas las partículas se
componen dinámicamente unas de otras de manera autoconsistente, y, en
ese sentido, puede decirse que contienen la una a la otra. De esta
forma, la física (la nueva física) es un modelo de ciencia para los nuevos conceptos y métodos de otras disciplinas. En el campo de la biología,
Dobzhansky (1967) ha señalado que el genoma, que comprende tanto genes
reguladores como operantes, trabaja como una orquesta y no como un
conjunto de solistas.
También Köhler (1967), para la psicología,
solía decir que "en la estructura (sistema) cada parte conoce
dinámicamente a cada una de las otras". Y Ferdinand de Saussure (1931),
para la lingüística, afirmaba que "el significado y valor de cada
palabra está en las demás", que el sistema es "una totalidad
organizada, hecha de elementos solidarios que no pueden ser definidos
más que los unos con relación a los otros en función de su lugar en esta
totalidad.
Si
la significación y el valor de cada elemento de una estructura dinámica
o sistema está íntimamente relacionado con el de los demás, si todo es
función de todo, y si cada elemento es necesario para definir a los otros, no podrá ser visto ni entendido ni medido "en sí", en forma aislada, sino a través de la posición y de la función
o papel que desempeña en la estructura. Así, Parsons señala que "la
condición más decisiva para que un análisis dinámico sea válido, es que cada problema se refiera continua y sistemáticamente al estado del sistema considerado como un todo" (en: Lyotard, 1989, p. 31).
La
necesidad de un enfoque adecuado para tratar con sistemas se ha sentido
en todos los campos de la ciencia. Así fue naciendo una serie de enfoques modernos afines
como, por ejemplo, la cibernética, la informática, la teoría de
conjuntos, la teoría de redes, la teoría de la decisión, la teoría de
juegos, los modelos estocásticos y otros; y, en la aplicación práctica,
el análisis de sistemas, la ingeniería de sistemas, el estudio de los
ecosistemas, la investigación de operaciones, etc. Aunque estas teorías y
aplicaciones difieren en algunos supuestos iniciales, técnicas
matemáticas y metas, coinciden, no obstante, en ocuparse, de una u otra
forma y de acuerdo con su área de interés, de "sistemas", "totalidades" y
"organización"; es decir, están de acuerdo en ser "ciencias de
sistemas" que estudian aspectos no atendidos hasta ahora y problemas de
interacción de muchas variables, de organización, de regulación, de
elección de metas, etc. Todas buscan la "configuración estructural
sistémica" de las realidades que estudian.
En un sistema se da un conjunto de unidades interrelacionadas de tal manera que el comportamiento de cada parte depende del estado de todas las otras,
pues todas se encuentran en una estructura que las interconecta. La
organización y comunicación en el enfoque de sistemas desafía la lógica
tradicional, reemplazando el concepto de energía por el de información, y el de causa-efecto por el de estructura y realimentación.
En los seres vivos, y sobre todo en los seres humanos, se dan
estructuras de un altísimo nivel de complejidad, las cuales están
constituidas por sistemas de sistemas cuya comprensión desafía la
agudeza de las mentes más privilegiadas; estos sistemas constituyen un
todo "físico-químico-biológico-psicológico-cultural y espiritual".
Solamente refiriéndonos al campo biológico, hablamos de sistema
sanguíneo, sistema respiratorio, sistema nervioso, sistema muscular,
sistema óseo, sistema reproductivo, sistema inmunológico y muchísimos
otros. Imaginemos el alto nivel de complejidad que se forma cuando todos
estos sistemas se interrelacionan e interactúan con todos los otros
sistemas de una sola persona y, más todavía, de enteros grupos sociales.
Ahora bien, ¿qué implicaciones tiene la adopción del paradigma sistémico
para el cultivo de la ciencia y su tecnología? Cambian completamente
los cimientos de todo el edificio científico: sus bases, su estructura
conceptual y su andamiaje metodológíco. Ése es el camino que tratan de
seguir hoy las metodologías que se inspiran en los enfoques
hermenéuticos, en la perspectiva fenomenológica y en las orientaciones
etnográficas, es decir, las metodologías cualitativas.
1.2. La validez y confiabilidad positivistas
La literatura positivista tradicional define diferentes tipos de validez, (validez
de construcción, validez interna, validez externa); pero todas tratan
de verificar si en realidad medimos lo que nos proponemos medir.
Igualmente, esta orientación epistemológica busca determinar un buen
nivel de confiabilidad, es decir, su posibilidad de repetir la misma investigación con idénticos resultados. Todos estos indicadores tienen un denominador común: se calculan y determinan por medio de "una medida aislada, independiente de las realidades complejas a que se refieren.
La validez de construcciones hipotéticas (de constructos), que es la más importante, trata de establecer una medida operacional
para los conceptos usados; en el campo psicológico, por ejemplo, se
trataría de que el instrumento mida la propiedad o propiedades
psicológicas aisladas que subyacen a la variable. Esta validez no es
fácil de entender, ya que se encuentra inmersa en el marco de referencia
científico de la investigación y su metodología. Éstos son los que le
dan sentido.
La validez interna está relacionada específicamente con el establecimiento o búsqueda de una relación causal o explicativa; es decir, si el evento x lleva al evento y; excluyendo la posibilidad de que sea causado por el evento z. Esta lógica no es aplicable, por ejemplo, a un estudio descriptivo o exploratorio (Yin, 2003, p. 36).
La validez externa trata de verificar si los resultados de un determinado estudio son generalizables
más allá de los linderos del mismo. Esto requiere que se dé una
homología o, al menos, una analogía entre la muestra (caso estudiado) y
el universo al cual se quiere aplicar. Algunos autores se refieren a
este tipo de validez con el nombre de validez de contenido, pues
la definen como la representatividad o adecuación muestral del contenido
que se mide con el contenido del universo del cual es extraída
(Kerlinger, 1981a, p. 322).
Igualmente, la confiabilidad tiene
por objeto asegurarse de que un investigador, siguiendo los mismos
procedimientos descritos por otro investigador anterior y conduciendo el
mismo estudio, puede llegar a los mismos resultados y conclusiones. Nótese que se trata de rehacer el mismo estudio, no una réplica del mismo.
1.3. Análisis crítico de los criterios positivistas
Todos estos indicadores desconocen
que cada realidad o entidad humana, ya sea un pensamiento, una
creencia, una actitud, un interés, un comportamiento, etc., no son
entidades aisladas, sino que reciben su sentido o significado, es decir,
se configuran como tales, por el tipo y naturaleza de los otros
elementos y factores del sistema o estructura dinámica en que están
insertos y por el papel y la función que desempeñan en el
mismo; todo lo cual puede ir cambiando con la variable temporal, pues
nunca son estáticos. Un elemento aislado no podrá nunca conceptualizarse
o categorizarse adecuadamente, ya que podrá tener muchos sentidos de
acuerdo a esa constelación de factores o estructura de la cual proviene.
Si nos adentramos más en el fenómeno partes-todo, y enfocamos más de cerca su aspecto gnoseológico,
diremos que hay dos modos de aprehensión intelectual de un elemento que
forma parte de una totalidad. Michael Polanyi (1966) lo expresa de la
siguiente manera:
...no podemos comprender el todo sin ver sus partes, pero tampoco podemos ver las partes sin comprender el todo... Cuando comprendemos como parte de un todo a una determinada serie de elementos, el foco
de nuestra atención pasa de los detalles hasta ahora no comprendidos a
la comprensión de su significado conjunto. Este pasaje de la atención no
nos hace perder de vista los detalles, puesto que sólo se puede ver un
todo viendo sus partes, pero cambia por completo la manera como
aprehendemos los detalles. Ahora los aprehendemos en función del todo en
que hemos fijado nuestra atención. Llamaré a esto aprehensión subsidiaria de los detalles, por oposición a la aprehensión focal que emplearíamos para atender a los detalles en sí, no como partes del todo (pp. 22-23).
Lamentablemente, la filosofía analítica y su orientación positivista siguió el consejo que Descartes pone como idea rectora y como segunda máxima, en el Discurso del Método:
"fragmentar todo problema en tantos elementos simples y separados como
sea posible". Esta orientación ha aceptado sistemáticamente el supuesto
(falso) de que la realidad total se captaría desmembrándola (análisis
desintegrador) en sus diferentes componentes.
Este enfoque constituyó el paradigma conceptual de la ciencia durante casi tres siglos; pero rompe o desconoce el conjunto de nexos y relaciones
que cada entidad humana, y, a veces, aun en los mismos entes físicos o
químicos, tiene con el resto. Y ese resto o contexto es precisamente el
que le da la naturaleza que lo constituye, sus características, sus
propiedades y sus atributos. Esta descontextualización de las
realidades las vuelve amorfas, ambiguas y, la mayoría de las veces, sin
sentido alguno o, también, con muchos posibles significados. Como señala
muy apropiadamente el creador de la Teoría General de Sistemas,
Ludwig von Bertalanffy (1976), "todo modelo matemático es una
sobresimplificación, y es discutible si reduce a los huesos los
acontecimientos reales o si arranca partes vitales de su anatomía" (p.
117).
Para
una ejemplificación mayor, pensemos en lo que está pasando en los
últimos tiempos en el campo de la medicina. Excelentes profesionales de
esta ciencia, a veces guiados por su especialización o
superespecialización, recetan una medicina que parece magnífica para una
determinada dolencia o afección, pero desconocen que, para algunas
personas en particular, puede ser hasta fatal, ya que tienen una alergia
especial, por ejemplo, a la penicilina o hacia algún componente de la
misma. Esto sin puntualizar que la etiología de una determinada
enfermedad tiene, a veces, su origen en áreas no biológicas, como un
alto nivel de estrés por razones psicológicas, problemas familiares o
dificultades socioeconómicas; áreas todas que el insigne especialista
puede desconocer hasta en sus temas más simples, pero que podrían dar la
pista de hacia dónde hay que dirigir la necesaria terapéutica.
2. Visión Postpositivista de la Validez y Confiabilidad
2.1 La Validez.
En sentido amplio y general, diremos que una investigación tendrá un alto nivel de validez en
la medida en que sus resultados reflejen una imagen lo más completa
posible, clara y representativa de la realidad o situación estudiada.
Pero no tenemos un solo tipo de conocimiento. Las ciencias naturales
producen un conocimiento que es eficaz para tratar con el mundo físico;
ellas han tenido éxito con la producción de un conocimiento instrumental
que ha sido explotado política y lucrativamente en aplicaciones
tecnológicas. Pero el conocimiento instrumental es sólo una de las tres
formas cognitivas que contribuyen a la vida humana.
Las ciencias histórico-hermenéuticas (ciencias interpretativas) producen el conocimiento interactivo que subyace en la vida de cada ser humano y de la comunidad de que forma parte; igualmente, la ciencia social crítica produce el conocimiento reflexivo y crítico que el ser humano necesita para su desarrollo, emancipación y autorrealización.
Cada forma de conocimiento tiene sus propios intereses, sus propios usos y sus propios criterios de validez; por esto, debe ser justificada en sus propios términos, como se ha hecho tradicionalmente con la 'objetividad' para las ciencias naturales, como hizo Dilthey para la hermenéutica, y como hicieron Marx y Engels para la teoría crítica. En las ciencias naturales,
la validez está relacionada con su capacidad para controlar el ambiente
físico con nuevas invenciones físicas, químicas y biológicas; en las ciencias hermenéuticas
la validez se aprecia de acuerdo al nivel de su habilidad para producir
relaciones humanas con alto sentido de empatía y vinculación; y en la ciencia social crítica
esta validez estará relacionada con su capacidad de superación de
obstáculos para favorecer el crecimiento y desarrollo de seres humanos
más autosuficientes en sentido pleno.
Como señalamos, una investigación tiene un alto nivel de validez si al observar o apreciar una realidad, se observa o aprecia esa realidad en sentido pleno, y no sólo un aspecto o parte de la misma.
Si la confiabilidad
ha representado siempre un requisito difícil para las investigaciones
cualitativas, debido a la naturaleza peculiar de éstas (imposibilidad de
repetir, stricto sensu, el mismo estudio), no ha ocurrido lo mismo en relación con la validez. Al contrario, la validez es la fuerza mayor de estas investigaciones.
En efecto, la aseveración de los investigadores cualitativos de que sus
estudios poseen un alto nivel de validez deriva de su modo de recoger
la información y de las técnicas de análisis que usan. Esos
procedimientos los inducen a vivir entre los sujetos participantes en el
estudio, a recoger los datos durante largos períodos de tiempo,
revisarlos, compararlos y analizarlos de manera continua, a adecuar las
entrevistas a las categorías empíricas de los participantes y no a
conceptos abstractos o extraños traídos de otro medio, a utilizar la
observación participativa en los medios y contextos reales donde se dan
los hechos y, finalmente, a incorporar en el proceso de análisis una
continua actividad de realimentación y reevaluación. Todo esto garantiza
un nivel de validez que pocas metodologías pueden ofrecer. Sin embargo,
también la validez es perfectible, y será tanto mayor en la medida en
que se tengan en cuenta algunos problemas y dificultades que se pueden presentar en la investigación cualitativa. Entre otros, para una buena validez interna, habrá que prestar especial atención a los siguientes:
a) Puede haber un cambio notable en el ambiente estudiado entre el principio y el fin de la investigación. En este caso, habrá que recoger y cotejar la información en diferentes momentos del proceso.b) Es necesario calibrar bien hasta qué punto la realidad observada es una función de la posición, el estatus y el rol que el investigador ha asumido dentro del grupo. Las situaciones interactivas siempre crean nuevas realidades o modifican las existentes.c) La credibilidad de la información puede variar mucho: los informantes pueden mentir, omitir datos relevantes o tener una visión distorsionada de las cosas. Será necesario contrastarla con la de otros, recogerla en tiempos diferentes, etc.; conviene, asimismo, que la muestra de informantes represente en la mejor forma posible los grupos, orientaciones o posiciones de la población estudiada, como estrategia para corregir distorsiones perceptivas y prejuicios, aunque siempre seguirá siendo cierto que la verdad no es producida por el ejercicio azarístico y democrático en la recolección de la información general, sino por la información de las personas más capacitadas y fidedignas.
En cuanto a la validez externa,
es necesario recordar que a menudo las estructuras de significado
descubiertas en un grupo no son comparables con las de otro, porque son
específicas y propias de ese grupo, en esa situación y en esas
circunstancias, o porque el segundo grupo ha sido mal escogido y no le
son aplicables las conclusiones obtenidas en el primero.
2.2 La Confiabilidad.
Una
investigación con buena confiabilidad es aquella que es estable,
segura, congruente, igual a sí misma en diferentes tiempos y previsible
para el futuro. También la confiabilidad tiene dos caras, una interna y
otra externa: hay confiabilidad interna cuando varios observadores, al estudiar la misma realidad, concuerdan en sus conclusiones; hay confiabilidad externa cuando investigadores independientes, al estudiar una realidad en tiempos o situaciones diferentes, llegan a los mismos resultados.
El concepto tradicional de confiabilidad externa implica que un estudio se puede repetir con el mismo método sin alterar los resultados, es decir, es una medida de la replicabilidad
de los resultados de la investigación. En las ciencias humanas es
prácticamente imposible reproducir las condiciones exactas en que un comportamiento
y su estudio tuvieron lugar. Ya Heráclito dijo en su tiempo que "nadie
se bañaba dos veces en el mismo río"; y Cratilo le añadió que "no era
posible hacerlo ni siquiera una sola vez", ya que el agua está fluyendo
continuamente (Aristóteles, Metafísica, iv, 5).
En
los estudios realizados por medio de investigaciones cualitativas, que,
en general, están guiados por una orientación sistémica, hermenéutica,
fenomenológica, etnográfica y humanista, la confiabilidad está orientada
hacia el nivel de concordancia interpretativa entre diferentes
observadores, evaluadores o jueces del mismo fenómeno, es decir, la
confiabilidad será, sobre todo interna, interjueces. Se
considera un buen nivel de esta confiabilidad cuando alcanza un 70%, es
decir, que, por ejemplo, de 10 jueces, hay consenso entre 7.
Dada
la naturaleza particular de toda investigación cualitativa y la
complejidad de las realidades que estudia, no es posible repetir o
replicar un estudio en sentido estricto, como se puede hacer en muchas
investigaciones experimentales. Debido a ello, la confiabilidad de estos
estudios se logra usando otros procedimientos rigurosos y
sistemáticos.
La confiabilidad interna es muy importante. En efecto, el nivel de consenso entre diferentes observadores de la misma
realidad eleva la credibilidad que merecen las estructuras
significativas descubiertas en un determinado ambiente, así como la
seguridad de que el nivel de congruencia de los fenómenos en estudio es
fuerte y sólido.
Los investigadores cualitativos suelen utilizar varias estrategias (LeCompte-Goetz, 1982) para reducir las amenazas que se le presentan a la confiabilidad interna:
a) Usar categorías descriptivas de bajo nivel de inferencia, es decir, lo más concretas y precisas posible. Los datos son algo ya interpretado (Hanson, 1977); por esto, es conveniente que estén cercanos a la realidad observada: quién hizo qué cosa y en qué circunstancias. Los comentarios interpretativos pueden añadirse, eliminarse o modificarse más tarde. Además, la mayoría de los autores coinciden en señalar que los procedimientos cualitativos son ricos en datos primarios y frescos, que ofrecen al lector múltiples ejemplos extraídos de las notas de campo, y son, por esto, generalmente consideradas como más creíbles.b) El mejor aval para la confiabilidad interna de un estudio cualitativo es la presencia de varios investigadores. El trabajo en equipo, aunque es más difícil y costoso, garantiza un mejor equilibrio de las observaciones, los análisis y la interpretación.c) Pedir la colaboración de los sujetos informantes para confirmar la "objetividad" de las notas o apuntes de campo. Asegurarse de que lo visto o registrado por el investigador coincide o es consistente con lo que ven o dicen los sujetos del grupo estudiado.d) Utilizar todos los medios técnicos disponibles en la actualidad para conservar en vivo la realidad presenciada: grabaciones de audio y de vídeo, fotografías, diapositivas, etc. Este material permitirá repetir las observaciones de realidades que son, de por sí, irrepetibles, y que las puedan "presenciar" otros observadores ausentes en el momento en que sucedieron los hechos. Su aporte más valioso radica en que nos permiten volver a los "datos brutos" y poder categorizarlos y conceptualizarlos de nuevo.
Para alcanzar un buen nivel de confiabilidad externa, se aconseja (LeCompte y Goetz, 1982) recurrir, entre otras, a las siguientes estrategias:
a) Precisar el nivel de participación y la posición asumida por el investigador en el grupo estudiado; cierta información puede ser diferente de acuerdo con el sexo de quien la dé (las mujeres pueden ocultar ciertos datos íntimos si el investigador, por ejemplo, es de sexo masculino); igual sucede si el investigador ha hecho amigos dentro del grupo; éstos le darán informaciones que no les dan otros.b) Identificar claramente a los informantes. Éstos pueden representar grupos definidos y dar información parcial o prejuiciada. Los miembros que simpatizan y colaboran más con los investigadores pueden ser, por esto mismo, miembros atípicos. Esta situación se puede advertir al hacer una buena descripción del tipo de personas que han servido como informantes.c) Un tercer elemento que puede influir en los datos es el contexto en que se recogen. Debido a ello, conviene especificar el contexto físico, social e interpersonal de que se derivan. Esto aumentará la replicabilidad de los estudios.d) Para que sea posible una cierta réplica es imprescindible la identificación de los supuestos y metateorías que subyacen en la elección de la terminología y los métodos de análisis. Los conceptos de "cultura", "ciencia", "método", "análisis", "dato", "codificación" y muchos otros pueden diferir sustancialmente entre diferentes investigadores.e) Precisar los métodos de recolección de la información y de su análisis, de tal manera que otros investigadores puedan servirse del reporte original como un manual de operación para repetir el estudio. La replicabilidad se vuelve imposible sin una precisa identificación y cuidadosa descripción de las estrategias de procedimiento.
La triangulación. En sentido amplio, en las ciencias humanas, también se pueden realizar varias "triangulaciones
que mejoran notablemente los resultados de la investigación y su
validez y confiabilidad. De una manera particular, se pueden combinar,
en diferentes formas, técnicas y procedimientos cualitativos y
cuantitativos. La idea central es utilizar todo lo que se considere pertinente, tenga relación y se considere útil.
Más concretamente, se pueden identificar varios tipos básicos de triangulación:
a) Triangulación de métodos y técnicas: que consiste en el uso de múltiples métodos o técnicas para estudiar un problema determinado (como, por ejemplo, el hacer un estudio panorámico primero, con una encuesta, y después utilizar la observación participativa o una técnica de entrevista).b) Triangulación de datos: en la cual se utiliza una variedad de datos para realizar el estudio, provenientes de diferentes fuentes de información.c) Triangulación de investigadores: en la cual participan diferentes investigadores o evaluadores, quizá con formación, profesión y experiencia también diferentes.d) Triangulación de teorías: que consiste en emplear varias perspectivas para interpretar y darle estructura a un mismo conjunto de datos (por ejemplo, una teoría basada en las técnicas de correlación, análisis de varianza, análisis de regressión, análisis factorial o cluster analysis y otra que utilice la observación participativa).e) Triangulación interdisciplinaria: con la cual se invocan múltiples disciplinas a intervenir en el estudio o investigación en cuestión (por ejemplo, la biología, la psicología, la sociología, la historia, la antropología, etc.)
Conviene, sin embargo, advertir que no se puede dar, hablando con precisión epistemológica, una triangulación de paradigmas,
como insinúan algunas personas empleando ciertos procedimientos que
llaman "pluriparadigmáticos". No se puede jugar al ajedrez, ni a ningún
otro juego, utilizando dos o más cuerpos de reglas diferentes o, peor
aún, antagónicos. Lo menos que se puede decir de esas personas es que
están usando el concepto de "paradigma epistémico" en forma errónea, es
decir, como "punto de vista". Los puntos de vista sí son complementarios
y se pueden integrar, los paradigmas epistémicos no, ya que uno se
configura negando al otro: si sostengo que la Tierra es redonda estoy
negando que sea plana.
En conclusión, podríamos afirmar que las realidades, especialmente las humanas, constituyen un todo polisistémico que se rebela cuando es reducido a sus elementos, aunque sea con la intención de medirlos;
es más, precisamente en esos momentos, porque se pone en práctica un
reduccionismo desnaturalizador. Y se rebela, precisamente, porque, así,
reducido, pierde las cualidades emergentes del "todo" y la acción de éstas sobre cada una de las partes. Este
"todo polisistémico", que constituye la naturaleza global, nos obliga,
incluso, a dar un paso más en esta dirección. Nos obliga a adoptar una metodología interdisciplinaria para poder captar la riqueza de la interacción entre los diferentes subsistemas que estudian las disciplinas particulares.
Por
estas razones, la confiabilidad, sobre todo la externa, no está dentro
del círculo de intereses inmediatos de las investigaciones cualitativas,
pues el fin de éstas es el mejoramiento y aplicación a una situación
particular, que puede ser una persona, un grupo, una comunidad o una
empresa, y no la generalización a otras áreas, de la misma manera que el médico está interesado en curar a su paciente. Si ese estudio, ese tratamiento y ese plan de acción o patrón teórico pueden, después, transferirse y aplicarse en otros pacientes o a otros campos similares, tanto mejor: se irá haciendo una ciencia más universal; pero ése no es el fin primario de una investigación cualitativa.
3. Procesos que refuerzan la Validez y la Confiabilidad
3.1.Categorización, Contrastación, Estructuración y Teorización
Estos procesos tienen por finalidad permitir la emergencia
de la posible estructura teórica, "implícita" en el material recopilado
en las entrevistas, observaciones de campo, grabaciones, filmaciones,
etc. El proceso completo implica la categorización, la estructuración
propiamente dicha, la contrastación y la teorización. Precisamente,
todos estos procesos son esencialmente críticos y evaluativos; es decir, que, en su devenir, se juega continuamente con alternativas posibles para elegir la mejor categoría para una determinada información, la estructura que da explicaciones más plausibles para un conjunto de categorías y la teoría que mejor integra las diferentes estructuras en un todo coherente y lógico.
La categorización. Este proceso trata de asignar categorías o clases significativas,
de ir constantemente diseñando y rediseñando, integrando y reintegrando
el todo y las partes, a medida que se revisa el material y va
emergiendo el significado de cada sector, párrafo, evento, hecho o dato;
y como
nuestra mente salta velozmente de un proceso a otro tratando de
hallarle un sentido a las cosas que examina, como se adelanta y vuelve
atrás con gran agilidad para ubicar a cada elemento en un contexto y
para modificar ese contexto o fondo de acuerdo con el sentido que va
encontrando en los elementos, se aconseja
una gran tolerancia a la ambigüedad y contradicción (que, quizá, sean
sólo aparentes), una gran resistencia a la necesidad de dar sentido a
todo con rapidez, y una gran oposición a la precipitación por
conceptualizar, categorizar o codificar las cosas de acuerdo con los
esquemas que nos son ya familiares.
Por
ello, se recomienda también al investigador alejar todo lo que no
emerja de la descripción protocolar (es decir, de la fuente primaria
de la información); de otra manera, no veremos más de lo que ya sabemos y
no haremos más que confirmarnos en nuestras viejas ideas y aun en
nuestros propios prejuicios. En efecto, todo símbolo verbal o categoría aspira a representar a su referente, pero no hay símbolo que sea capaz de describir todos
los rasgos del referente; en consecuencia, está obligado a omitir uno o
varios de ellos. Por eso, todo símbolo es abstracto en sus
representaciones de la naturaleza, pierde algo (o mucho) de ella y no es
estrictamente adecuado o representativo.
Esta dialéctica entre la figura y el fondo es continua y permanente; la toma de conciencia de la dinámica
de este proceso ayudará a facilitar su actividad normal y efectiva,
como también ayudará a demostrar al lector del trabajo cuál fue el
camino que el investigador siguió para llegar a sus resultados o
conclusiones.
La palabra análisis,
en su origen etimológico, quiere decir "separar" o "dividir" las partes
de un todo con el fin de entender los principios y elementos que lo
componen. Hoy día se ha vuelto muy corriente tender a analizarlo
todo, analizar todas las cosas "para comprenderlas". Pero cuando una
entidad es un sistema o constituye una estructura, la división o
separación puede también destruir su naturaleza y llevarnos a no
entender la nueva realidad "emergente" que la hace tal. Así, por
ejemplo, nunca podríamos conocer las propiedades del agua descomponiendo
sus moléculas en átomos de hidrógeno y oxígeno, ya que las propiedades
de la molécula de agua aparecen o emergen sólo al unirse dos átomos de
hidrógeno con uno de oxígeno. Lo mismo sucedería con cualquier otro
sistema o estructura, ya sea del campo natural como del área social. Por
estas razones, al ponderar, apreciar o categorizar un párrafo escrito o
una actividad humana cualquiera, se trata siempre de ubicarla en
posibles diferentes contextos, escenarios u horizontes para elegir el
que se considera más adecuado, pero siempre dispuestos a cambiarlo al
examinar el resto de la información. Todo esto aumentará mucho la validez del estudio.
La estruturación.
Todo el proceso de estructuración es también un ejercicio continuo que
tiende a validar una comprensión realista y auténtica del tópico
estudiado. El ser humano es superior a los animales, no por la riqueza
de su información sensorial, ya que la mayoría de los animales poseen
una agudeza visual, auditiva, olfativa, etc., muy superior a la del
hombre, sino por su capacidad de relacionar, interpretar y teorizar con
esa información. La inteligencia humana tiene una propensión natural
innata a buscar regularidades y la capacidad básica de ordenar las
cosas, según sean semejantes o diferentes, de acuerdo con su naturaleza y
características y según la interacción que se dé entre ellas. Esta
actividad mental está en acción continuamente y puede sorprendernos con
sus hallazgos hasta en el mismo sueño.
Al
reflexionar y tratar de descubrir la dinámica psicológica de nuestra
mente en el momento en que conoce algo, comprobaremos la importancia de
una determinada condición previa y la naturaleza del proceso en sí
mismo. La condición previa es una inmersión lo más completa
posible en el campo fenoménico que se va a estudiar. Cuanto más completa
y duradera sea esta inmersión, cuanto más se estime y aprecie el campo
objeto de nuestro conocimiento, cuanto más abierto se esté a los
detalles, matices y sutilezas del mismo, más fácil será la captación de
una nueva red de relaciones, es decir, de un nuevo conocimiento.
Los
psicólogos de la Gestalt han demostrado que cuando la mente humana
contempla serena y atentamente un determinado fenómeno, en medio de esa
quietud comienza como a jugar con sus elementos, y de golpe algo
llega a la mente: puede ser una relación, un ritmo, una estructura o una
configuración. El organismo humano, cuando obra libre y no
defensivamente, es quizá el mejor instrumento científico que existe, y
es capaz de sentir esta configuración mucho antes de poderla formular de
manera consciente (Rogers, 1968, págs. 62-63). Kepler, Einstein y
muchos otros grandes científicos tenían gran confianza en esa captación
intuitiva.
Por
todo ello, al reflexionar y concentrarse, en esa contemplación, irán
apareciendo en nuestra mente diversas constelaciones formadas por las
categorías y, poco a poco, también una prevalente estructura que las
integra. De esta forma, se logrará llevar a cabo apropiadamente el
proceso de estructuración que se inició en el mismo momento de comenzar
la recolección de información.
El
investigador cualitativo sabe que este proceso, eminentemente creador,
de análisis-categorización-interpretación, necesita, para su buen
funcionamiento, que se tengan presentes algunos consejos que se derivan del estudio de la naturaleza del proceso creativo:
§ que no debe precipitarse, pues las ideas tienen su propio camino;§ que no debe dirigir o presionar el pensamiento en una sola dirección;§ que su imaginación debe estar en libertad de utilizar las analogías, metáforas, comparaciones, símiles y hasta alegorías que crea útiles o convenientes (la moda científica de hoy los llama modelos);§ que debe albergar una gran confianza en sí mismo y en la propia capacidad, ya que esta confianza elimina ciertos constreñimientos mentales que imposibilitan, en el nivel neurofisiológico cerebral, el flujo de ideas y sus relaciones;§ que toda persona normal puede ser muy creativa, si se dan ciertas condiciones;§ que el buen investigador siente oposición a las presiones conformistas y le agrada el riesgo de enfrentarse a lo desconocido; lo ama; le agrada vivir una cierta osadía intelectual.
Todo esto hace que el investigador se aproxime a cualquier expresión de la vida humana, no con la famosa tabula rasa de John Locke, sino con expectativas y prejuicios sobre lo que pudiera ser el objeto observado. Debido a ello, la interpretación implica una "fusión de horizontes", una interacción dialéctica
entre las expectativas del intérprete y el significado de un texto o
acto humano. En términos de la psicología de la Gestalt, aunque no
siempre, diríamos que la realidad exterior tiende a sugerirnos la
figura, mientras que nosotros le ponemos el fondo (contexto, horizonte,
marco teórico).
Heidegger
sostiene que ser humano es ser interpretativo; es decir, que la
interpretación, más que un instrumento para adquirir conocimientos, es
el modo natural de ser de los seres humanos, y todos los intentos
cognoscitivos para desarrollar conocimientos no son sino expresiones de
la interpretación sucesiva del mundo.
La contrastación. Esta etapa de la investigación consiste en relacionar y contrastar sus resultados con aquellos estudios paralelos o similares que se presentaron en el marco teórico-referencial (ver
Martínez, 2004, p.77), para ver cómo aparecen desde perspectivas
diferentes o sobre marcos teóricos más amplios y explicar mejor lo que
el estudio verdaderamente significa. Es, por consiguiente, también un
proceso típicamente evaluativo, que tiende a reforzar la validez y la
confiabilidad.
Aunque el marco teórico-referencial sólo nos informa de lo que han realizado otras personas, en otros lugares, en otros tiempos y, quizá, también con otros
métodos, sin embargo, el comparar y contraponer nuestras conclusiones
con las de otros investigadores, igualmente rigurosos, sistemáticos y
críticos, no sólo nos permitirá entender mejor las posibles diferencias,
sino que hará posible una integración mayor y, por consiguiente, un
enriquecimiento del cuerpo de conocimientos del área estudiada, como se
verá en el sector siguiente de la teorización.
Esta
comparación y contrastación pudieran llevarnos hacia la reformulación,
reestructuración, ampliación o corrección de construcciones teóricas
previas, logrando con ello un avance significativo en el área; es decir,
que algunas teorizaciones ya existentes cumplirían en gran parte la
función de proveer algunas líneas directrices para interpretar los
nuevos datos.
De aquí, se deriva la importancia que tiene el diálogo
con los autores que nos han precedido en nuestra área de estudio, no
para seguir ciegamente lo que ellos digan (marco teórico tradicional),
sino para corregir, mejorar, ampliar o reformular nuestras conclusiones;
es decir, para enfocarlas desde otros puntos de vista y con el uso de
otras categorías, lo cual enriquecerá y profundizará nuestra comprensión
de lo que estamos estudiando.
La Teorización. Einstein solía decir que "la ciencia consistía en crear teorías". Pero una teoría es un modo nuevo de ver las cosas, y puede haber muchos modos diferentes de verlas. De aquí, también la idea de que toda teorización es un ejercicio continuo de validación y de creación de credibilidad en nuestros resultados.
El
proceso de teorización utiliza todos los medios disponibles a su
alcance para lograr la síntesis final de un estudio o investigación. Más
concretamente, este proceso trata de integrar en un todo coherente y lógico los resultados de la investigación en curso, mejorándolo con los aportes de los autores reseñados en el marco teórico-referencial después del trabajo de contrastación.
En
el campo de las ciencias humanas, la construcción y reconstrucción, la
formulación y reformulación de teorías y modelos teóricos o de alguna de
sus partes, mediante elementos estructurales de otras construcciones
teóricas, es el modo más común de operar y de hacer avanzar estas
ciencias.
Einstein
mismo llegó a afirmar en repetidas ocasiones que su teoría de la
relatividad especial no encontró entidades aisladas nuevas ni hechos
anteriormente desconocidos, ya que todos sus elementos (los conceptos de
espacio, tiempo, materia, fuerza, energía, partículas, gravitación,
aceleración, onda, corpúsculo, velocidad y otros) estaban en el ambiente
desde hacía cincuenta años; lo que él propuso fue una nueva manera de clasificar y relacionar cosas ya conocidas. Y Leibniz afirmó: "mi sistema toma lo mejor de todas partes".
La mayoría de los investigadores manifiestan dificultades en describir qué es lo que hacen cuando teorizan;
pero un análisis cuidadoso de sus actividades mentales hará ver que son
similares a las actividades cotidianas de una persona normal: las
actividades formales del trabajo teorizador consisten en percibir, comparar, contrastar, añadir, ordenar, establecer nexos y relaciones y especular; es decir, que el proceso cognoscitivo de la teorización consiste en descubrir y manipular categorías y sus relaciones y las posibles estructuras que se pueden dar entre ellas.
La
transición de los datos a la teoría requiere de imaginación creadora.
Popper observa que las teorías son el resultado de una intuición casi
poética (1963, p. 192). Las hipótesis y teorías científicas no se
derivan de los hechos observados, sino que se inventan para dar cuenta
de ellos; son conjeturas relativas a las conexiones que se pueden
establecer entre los fenómenos estudiados y las uniformidades y
regularidades que subyacen a éstos. Las conjeturas felices de este
tipo requieren gran inventiva, especialmente si suponen una desviación
radical de los modos ordinarios del pensamiento científico, como ocurrió
con las grandes teorías que fundamentan a cada una de las ciencias.
Einstein
precisa que están en un error aquellos teóricos que creen que la
teoría se obtiene inductivamente a partir de la experiencia (Hanson,
1977, p. 229). Al contrario, una teoría es una construcción mental
simbólica, verbal o icónica, de naturaleza conjetural o hipotética, que
nos obliga a pensar de un modo nuevo al completar, integrar,
unificar, sistematizar o interpretar un cuerpo de conocimientos que
hasta el momento se consideraban incompletos, imprecisos, inconexos o
intuitivos.
La teoría es, por tanto, un modelo ideal,
sin contenido observacional directo, que nos ofrece una estructura
conceptual inteligible, sistemática y coherente para ordenar los
fenómenos; de manera más concreta, suele consistir en un sistema de hipótesis, fórmulas legaliformes y hasta leyes ya establecidas, de modo que su síntesis puede incluir desde lo plenamente conocido hasta lo meramente sospechado.
La
historia de la ciencia nos permite ver en forma palpable que sus
avances más revolucionarios y significativos no provienen de
investigaciones empíricas aisladas o de la acumulación de hechos y
experimentos, sino de teorías novedosas inicialmente desconcertantes.
Como vemos, este análisis integrador,
que tratamos de ilustrar, está muy lejos de consistir en separar,
dividir, aislar, atomizar o viviseccionar una realidad, ya que ello
llevaría a su incomprensión. En este enfoque, que es hermenéutico,
fenomenológico y etnográfico, se considera que el significado es el verdadero dato, es decir, que la magnitud de un dato está dada por su nivel de significación
y que este dato se presenta en un contexto individual y en una
estructura personal y social que es necesario conocer para
interpretarlo. Así, el proceso teorizador es un esfuerzo eminente del
investigador por aumentar los niveles de validez y de confiabilidad de los resultados de su investigación.
4. Evaluación de las estructuras teóricas formuladas
El
intento de evaluar una estructura teórica es un proceso epistemológico
muy arduo. Depende mucho del concepto de validez que se tenga y
también del concepto de verdad. Por ello, también este proceso
refuerza el valor de toda investigación.
En efecto, la evidencia racional es la última instancia de validación de toda prueba o verificación.
La "validación empírica" debe apoyarse siempre, en último análisis, en
una validación "racional"; dicho de otro modo, no existe, en sentido
estricto, algo que podamos llamar "evidencia empírica"; la evidencia
será siempre intelectual, racional, algo que es "visto" en un contacto
directo, inmediato, en un acto "intuitivo". Este acto implica
invariablemente una interpretación, es decir, la captación de una
relación en el marco de un contexto, y este contexto puede ser, en gran
parte, construcción o añadidura del sujeto. La mente humana no puede
trabajar de manera distinta; ésa es su forma natural de operar. Por
supuesto, la evidencia racional y su consiguiente "validación" tienen la
fragilidad de la limitación humana y, en fin de cuentas, valdrán tanto
como la agudeza intelectual del investigador.
Todo
esto nos lleva a una conclusión lógica que no debemos olvidar en
nuestra validación de las teorías: todas las teorías científicas serán
siempre parciales (tratan sólo algunos aspectos de la realidad) y aproximadas
(contienen errores o apreciaciones parcialmente erróneas). Una teoría
perfecta (completa y precisa en su totalidad) no existe ni existirá
nunca: resulta algo contradictorio con el mismo concepto de teoría.
Cualquiera
que sea la posición adoptada, una determinada teoría nunca tendrá una
aceptación universal por parte de todos los científicos, para todos los
propósitos y en todos sus contextos posibles de aplicación. Siempre ha
habido insignes científicos que no han aceptado teorías famosas:
Huygens, por ejemplo, no estaba satisfecho con la mecánica de Newton y,
para Einstein, la validez de la indeterminación cuántica sostenida por
Planck, Heisenberg, Niels Bohr y muchos otros notables científicos,
siempre estuvo en duda. En las ciencias humanas se sostiene, más como
regla que como excepción, que la aceptabilidad de una teoría sea una
cuestión de grados.
Criterios para evaluar las teorías. A continuación señalamos algunos criterios
que, a nuestro juicio y de muchos otros autores, se han revelado más
importantes y útiles en la "validación" y evaluación de las teorías o
estructuras teóricas (verlos más ampliamente en Martínez, 2004).
1. Coherencia interna:
éste es el criterio básico. Indica que todos los elementos y partes
constituyentes de una teoría se relacionan entre sí sin contradicciones,
es más, que forman un todo coherente y bien integrado.
2. Consistencia externa:
es la compatibilidad que hay entre la doctrina que constituye la teoría
y el conocimiento ya establecido en el mismo campo o en campos
adyacentes o afines. Sin embargo, la consistencia externa es un criterio
esencialmente conservador. Las teorías revolucionarias rompieron
drásticamente con lo establecido y aceptado. Por eso, debe ser usado con
prudencia, es decir, no es absoluto, sino que está sujeto a un juicio
más básico y fundamental, derivado del examen y apreciación del
contexto.
3. Comprehensión:
en igualdad de condiciones, una teoría será mejor que otra si abarca o
se relaciona con un amplio campo de conocimientos, es decir, si logra
integrar y unificar un vasto espectro de ideas en el área.
4. Capacidad predictiva:
una buena teoría debe ofrecer la capacidad de hacer predicciones sobre
lo que sucederá o no sucederá si se dan ciertas condiciones
especificadas en ella, aunque la confirmación o contrastación de esas
predicciones pueda resultar en extremo difícil, debido a la naturaleza
de esa teoría.
5. Precisión conceptual y lingüística:
debe haber unidad conceptual, es decir, el universo del discurso debe
estar definido y sus predicados deben ser semánticamente homogéneos y
conexos. No debe haber vaguedad ni ambigüedad.
6. Originalidad:
las más fecundas revoluciones del conocimiento han consistido en la
introducción de teorías que, lejos de limitarse a condensar lo sabido,
nos obligaron a pensar de un modo nuevo, a formular nuevos problemas y a
buscar nuevas clases de relaciones y de conocimiento.
7. Capacidad unificadora:
es la capacidad de reunir dominios cognoscitivos que aún permanecen
aislados. Así lo hicieron hombres como Newton, Maxwell, Niels Bohr y,
sobre todo, Einstein con las teorías físicas que propusieron.
8. Simplicidad y parsimonia:
en igualdad de condiciones, es preferible la teoría más simple, por su
claridad y diafanidad, como hace Carl Rogers en Psicología.
9. Potencia heurística: una buena
teoría debe sugerir, guiar y generar nuevas investigaciones, planteando
nuevos problemas interesantes y facilitando el diseño de estudios y
experimentos de gran proyección en el área.
10. Aplicación práctica: una teoría fácil de aplicar será mejor que otra que, en igualdad de condiciones, es de difícil aplicación.
11. Contrastabilidad:
es una ventaja para una teoría que sus postulados, axiomas y derivados
sean susceptibles de contrastación, es decir, de un examen, crítica y
control que lleven o permitan confirmarla o refutarla. Todo esto depende
mucho de la naturaleza del objeto a que se refiere esa teoría.
12. Expresión estética:
los griegos siempre pensaron que lo verdadero era también bello; en la
física, por ejemplo, está resultando un lugar común el pensar que la
"belleza" de una teoría física resulta a menudo una pista más importante
hacia su verdad que su correspondencia con los hechos, los cuales
pueden constituir una dificultad temporal.
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